viernes, 19 de marzo de 2010

APOLOGÍA DE LA PANADERÍA COLOMBIANA por Cartuche

En la historia, las apologías más célebres se han realizado en favor decausas perdidas. Sócrates, digno representante de la filosofíahelenística, sucumbió bajo su propia mano, victima de susconvicciones sobre la irrefutabilidad del aparato legal, pero tambiénde sus contradictores más férreos que lo acusaron de maneradeleznable de lo que hoy se llamaría 'corrupción de menores'; todo,muy a pesar de la brillante apología presentada por él mismo yconvertida en Diálogo por Platón, uno de sus corrompidos favoritos.
Otro gesto apologético famoso, menos elaborado, pero igualmenteinútil, fue protagonizado por Poncio Pilatos, gobernador de Galilea entiempos de Tiberio, cuando se lavó las manos con el fin de significarsu desacuerdo y salvar sus culpas por la condena de un locodesarreglado, pero inocente. Sin embargo, no todas las apologías son concebidas para defender yno todas tratan sobre causas perdidas.
Es por esto que la apología queaquí se presenta ha sido pensada para alabar la existencia de una delas tradiciones más ricas y desarrolladas de la cultura colombiana: lapanadería. Quizás, el representante más popular de la panadería colombiana es el'pan blanco', también conocido como 'pan de cien', debido a suirrisorio precio (100 Pesos Colombianos = 4 centavos d'Euro) Amadopor los comensales sin dinero, pero proscrito de las vitrinas por ladictadura de la mano invisible de Smith, y las leyes del mercado, elpan de cien es siempre bienvenido en los hogares más humildes.
La fisonomía del pan de cien es fácil de identificar: es un pan pequeño(de unos siete centímetros de largo por cuatro de ancho), blanco alinterior, hecho a base de harina de trigo, y que tiene los 'cachetes'morenitos de tanta calor. Y es que aunque suene paradógico. el gran valor del pan blancodepende sobretodo de su bajo precio.
Otros factores que lo hacen miembro honorable (y esperemos queperpetuo) del palacete de la panadería colombiana son las manostrabajadoras que todos los días, desde las tres de la mañana, lo amasancon una disciplina más que religiosa, le dan su forma, y lo ponen todocalientico en las vitrina para que provoque y deleite los paladaresmenos exigentes. No obstante, las manos laboriosas de los panaderos colombianos nosolo permiten que el pan de cien vea la luz cada nuevo amanecer, sinoque también son las responsables de enriquecer el corolario con otrosmiembros prestigiosos de la fenomenología panadera, entre las queencontramos la más legítima de las cacicas criollas del altiplanoboyacense: la mogolla chicharrona.
Es cierto que los ingredientes principales de la mogolla chicharronaprovienen de bárbaras tierras europeas y mesopotámicas, pero elresultado de su majestuosa conbinación entre carne de cerdo, harinade trigo, panela y queso campesino solo puede ser producto de lamente brillante de algún nativo de Tabio, Boyacá.
La mogolla chicharrona no solo devela sus placeres el paladar, elolfato y la vista de sus afortunados consumidores, sino que ademásforma parte ineludible de toda merienda que se respete, junto con sucompañero de toda la vida, su matrimonio perfecto: un rico masato,bebida ligeramente fermentada hecha a base de harina de arroz o demaíz, que tiene parientes notables de talla internacional en paísescomo Venezuela y en Perú.
Lastimosamente, la justicia de una parte, y la paciencia de los lectoresde la otra, son cantidades inversamente proporcionales cuando unoosa presentar una apología como ésta en tierras extranjeras. En efecto,una presentación mas completa de los ilustres miembros de la altapanadería colombiana exigiría mencionar al Liberal, siemprecomprometido con la política colombiana; el Pandebono, valluno deorigen enigmático; y la Almojábana, inmigrante magrebí que recibióla nacionaldad colombiana cuando se casó con el bocadillo.
Basta decir que con el pan blanco y la mogolla chicharrona el lector ya tienesuficiente para desayuno y almuerzo.
Les quatre moments; Iquitos-braslavia , boulevard heurteloup. Lanuit.